El fenómeno orientalizante, alcanzó las regiones más lejanas del Occidente, en la Península Ibérica. Más allá de las Míticas Columnas de Hércules. que para los Griegos marcaban el estrecho de Gibraltar. En las regiones de Cádiz, Huelva y Sevilla, donde germinó la llamada Cultura Tartésica.
De Té y kriptonita based on Image:Iberian Peninsula base map.svg created by Redtony - self-made. Data taken from the same titled article in wikipedia spanish and [1], CC BY-SA 3.0, Enlace
Para muchos especialistas, las raíces de Tartessos se tienen que remontar hasta la Edad del Bronce Final local, de modo que la antigua Tartessos surgió como un lento, paulatino e imperceptible proceso endógeno protagonizado por los nativos de aquellos lugares.Pero aún asumiendo la relevancia del sustrato indígena del Bronce final, la Cultura Tartésica resulta incomprensible, sin conocer los procesos exógenos generados por la llegada de mercaderes orientales, en particular tras la fundación fenicia de Gádir en el año 750 a. C,. una circunstancia crucial que provocó un cambio decisivo en los modos de vida de las comunidades locales que poblaban las vegas del Guadalquivir y las llanuras de Huelva.
Decía Estragón, que la colonia de Gádir, se levantó apenas cincuenta años de la caída de Troya, hacia el 1100 a. C, pero la arqueología puede confirmar que la primera instalación de los fenicios se produjo en el Siglo VIII a. C, en una pequeña isla, situada muy cerca del litoral. Este asentamiento, tenía la intención, de acceder al rico mercado de metales del llamado cinturón pirítico de Huelva. También hallaron estos fenicios materias primas agrícolas de las ricas tierras y fértiles del bajo Guadalquivir.
El nombre de Gadir, procede del término semita GDR, que significa fortaleza. Las huellas registradas en yacimientos Tartésicos de tierra firme, avalan un rápido entendimientoentre nativos y colonos fenicios, por lo que no tiene sentido que los tirios tuviera que emplearse en labores defensivas contra la población indígena.
El relato de Estrabón narra la pronta fundación de un templo en honor de Melkart, que era un Dios protector del comercio, que la tradición oriental servía como santuario y lugar de trato comercial. Fue así como ya por el siglo VIII a. C. surgió la época brillante de la Cultura Orientalizante Tartésica.
Los antiguos poblados indígenas formados por algunas cabañas modestas experimentaron un crecimiento notable en tamaño y complejidad, creando una red importante de núcleos de población con una buena comunicación a través de campiñas y bajíos marismeños. Setefilla, Carmona, Hispalis, Corduba, Onuba o Niebla se convirtieron en núcleos de población de gran importancia, las cuales tenían capacidad centralizadora de producción y distribución regional de mercancías.
En muchos poblados la influencia colonial se dejó sentir, con cambios de costumbres, como por ejemplo la forma de edificar las casas y que dejaron constancia de construcción de poderosas murallas que rodeaban los poblados. También hubo cambios en la economía, con nuevas prácticas en la agricultura y la ganadería, con el fin de aumentar la producción, para luego, crear excedentes para exportarlos. Se intensificó cultivos como la Vid y el Olivo y se introdujo nuevos animales domésticos (Gallos y asnos). En la ganadería se produjo un incremento de la cabaña mayor (bovino). Hay una constancia arqueológica, la cual recuerda algunos mitos tartésicos tan conocidos, como los toros de Gerión. La minería se intensificó, por los intereses coloniales de los Fenicios. Extracción en la serranía de Huelva, en la Alta Andalucía y Extremadura, con nuevos métodos, con el fin de aumentar la producción. También introdujeron novedades en la manufactura artesanal, para ampliar gran variedad de productos acabados (Técnicas de filigrana, granulado y repujado). con estas nuevas técnicas artesanales, se producieron numerosas obras de arte, como arracadas, pendientes, collares, cinturones, diademas, anillos. etc. Todos estos productos marcaban un estilo muy distinto al Bronce Final, donde había un estilo más tosco. La rica diversidad de artículos de lujos, se usaban en muchos caso como actos rituales adoptados de nuevas costumbres litúrgicas.
Cuando la economía se intensificó, provocó un incremento del volumen de intercambio, tanto de materias primas como de artículos manufacturados. Los puertos tartésicos permitieron los atraques de cientos de cargamentos en los que llegaron miles de objetos griegos y orientales. El transporte terrestre era organizado a partir de dos grandes ejesde comunicación: La vía de la Plata se dirigía hacia el norte (Extremadura) y la Vía Herakleia discurría a lo largo del Guadalquivir (Vías naturales usadas desde tiempo atrás como rutas de contacto).
El tráfico mercantil, lo monopolizaban los caudillos Indígenas, éstos se enriquecieron, dando lugar a un reconocimiento social más allá de la muerte. Han surgido las tumbas principescas de aquella época, como la excavada en La Joya (Huelva), donde las cenizas de un importante aristócrata aparecían rodeadas de suntuosos objetos (Un carro de madera de nogal con apliques de bronce en forma de cabeza de león, jarros, platos y pereteros para la liturgia).
Los llamados popularmente tesoros, son otra prueba de ostentación pública de las aristocracias Indígenas tartésicas. El Tesoro del Carambolo es uno de los más conocidos y comprendía una veintena de joyas de oro de inspiración fenicia y chipriota, con un pectoral, colgantes, brazaletes y plaquetas.
Tesoro del Carambolo De © José Luiz Bernardes Ribeiro / , CC BY-SA 3.0, Enlace El tesoro de Aliseda no es menos conocido y contenía unas trescientas piezas de oro, procedentes al parecer de la tumba de una mujer. En esta tumba anteriormente citada había una diadema, un cinturón articulado, pulseras, pendientes, collares, anillos con sellos, vasos un brasero, un espejo, un par de ánforas fenicias y también una botella de vidrio con jeroglíficos egipcios grabados. El esplendor de estas tumbas y tesoros revela una aristocracia principesca, con un alto nivel de vida, las cuales se recuerdan en leyendas y narraciones. El historiador romano Estragón hizo alusión, siglos más tarde, de esta aristocracia, que personalizó en un rey tartésico, al que llamó Argantonio. Los datos arqueológicos no revelan monarquía o poder centralizado alguno, porque eran élites minoritarias (Caudillos, príncipes o aristócratas), los cuales gobernaban sólo un núcleo o poblado. Por lo tanto el personaje de Argantonio, sería una invención, un mito, pero también tendría un trasfondo histórico, porque su nombre significa literalmente "Hombre de Plata", en alusión a la gran abundancia de este metal en la antigua Tarsis. Hay una necrópolis tumular en Lora del Río en Sevila, que sería la mejor imagen arqueológica de estos individuos: Necrópolis Tumular de Setefilla donde un túmulo cubre las urnas de sesenta individuos en torno a una tumba central, una compleja cámara de mampostería con los restos de un individuo poderoso. |
Tejada la Vieja, en Escacena del Campo (Huelva) |
Después de 200 años de esplendor, la Cultura tartésica sufrió una notable recesión, la cual acabó con su desaparición hacia el siglo V a. C. La razones puedieron se la conquista de Tiro por los asirios, el agotamiento de las minas de plata de Huelva o la recesión de la agricultura en el valle del Guadalquivir. Tampoco hubo una ruptura cultural entre el viejo mundo de Tartessos y la nueva realidad del siglo Vi a. C., el modelo tartésico, dejó paso a un nuevo periodo conocido por los prehistoriadores como Ibérico antiguo y que tomó cuerpo en una etnia Ibérica; Los Turdetanos.
De Jose Luis Filpo Cabana - Trabajo propio, CC BY 3.0, Enlace
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