España (Auge y Ocaso de una Potencia Global) (Siglos XV–XVII)
El nacimiento, esplendor y crisis de una monarquía universal
Introducción (Del Horizonte Medieval a la Era Global)
Entre los siglos XV y XVII, España protagonizó una de las transformaciones más asombrosas de la historia universal. De una península fragmentada y convulsa emergió un Estado moderno que llegó a dominar territorios en los cinco continentes, uniendo bajo su cetro mundos hasta entonces inconexos. En apenas un siglo, los reinos ibéricos pasaron de la guerra interna a la hegemonía mundial.
Pero el esplendor tuvo un precio. La misma energía que impulsó la expansión imperial alimentó tensiones internas (económicas, sociales y religiosas) que acabarían debilitando sus cimientos. Este ensayo recorre las tres etapas decisivas de ese proceso: la construcción del Estado bajo los Reyes Católicos, la era imperial de los Austrias Mayores y el declive político y económico de los Austrias Menores, culminando con un balance civilizatorio que trasciende el tópico de la “decadencia” española.
I. El Siglo XV (La Forja del Estado Moderno)
1. Castilla y Aragón antes de la unidad
A mediados del siglo XV, la Península Ibérica era un mosaico de reinos (Castilla, Aragón, Navarra, Portugal y el residual Reino nazarí de Granada) donde la fragmentación política convivía con un profundo dinamismo económico. Castilla, la más extensa y poblada, vivía una crisis dinástica y una nobleza en permanente rebeldía. Aragón, con sus posesiones mediterráneas (Nápoles, Sicilia, Cerdeña), mantenía un sistema pactista que limitaba el poder real.
La unión matrimonial de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón (1469) no supuso una fusión inmediata, pero sí el inicio de una colaboración política que consolidó la monarquía autoritaria. Ambos comprendieron que el poder debía apoyarse en tres pilares: la centralización institucional, la unidad religiosa y la proyección exterior.
2. El triunfo de Isabel (La guerra por la legitimidad)
La Guerra de Sucesión Castellana (1475–1479) enfrentó a Isabel, proclamada reina con apoyo aragonés, contra su sobrina Juana “la Beltraneja”, respaldada por Portugal. El desenlace (la victoria política en Toro y el Tratado de Alcáçovas, 1479) no sólo consolidó a los Reyes Católicos, sino que delimitó las áreas de expansión atlántica: Portugal conservaría África y las rutas hacia la India, mientras Castilla miraría hacia el oeste… al encuentro de un continente desconocido.
3. Reforma institucional y nacimiento del Estado moderno
Los Reyes Católicos sentaron las bases del Estado moderno. Redujeron el poder feudal mediante la creación de una nueva nobleza cortesana, reestructuraron la justicia con las Chancillerías de Valladolid y Granada y fortalecieron el control urbano mediante los corregidores.
A ello se sumó la creación de un ejército profesional y la Santa Hermandad, embrión de las fuerzas de orden público.
El poder de la Iglesia también fue integrado en el aparato estatal: los monarcas obtuvieron del Papa el Patronato Real, controlando los nombramientos eclesiásticos. Esta alianza entre corona y religión sería una constante durante siglos.
4. La unidad religiosa y el precio de la intolerancia
La obsesión por la unidad de fe llevó a medidas drásticas. En 1478 se instauró la Inquisición, instrumento de control ideológico más que religioso. Su misión era garantizar la ortodoxia, especialmente entre los conversos.
La culminación de este proceso fue la expulsión de los judíos (1492) y la conversión forzosa de los musulmanes (1502). Estas decisiones, aplaudidas en su tiempo como logros espirituales, empobrecieron cultural y económicamente a los reinos, pues muchos expulsados eran comerciantes, médicos y artesanos.
La idea de “limpieza de sangre” se consolidó como criterio social, introduciendo un elemento de división que marcaría la identidad española durante siglos.
5. 1492 (El cierre de una era, la apertura de otra)
El 2 de enero de 1492, la bandera castellana ondeó en la Alhambra: Granada caía y con ella terminaban ocho siglos de Reconquista. Ese mismo año, Cristóbal Colón, al servicio de Castilla, descubría un nuevo continente.
Los dos hechos sellaron el nacimiento de España como potencia unificada y global. La península dejaba atrás su herencia medieval para abrir el camino de la Edad Moderna y del primer imperio planetario de la historia.
II. El Siglo XVI (El Imperio de los Austrias y la Hegemonía Mundial)
1. Carlos V (El sueño del imperio universal)
Cuando Carlos I de España y V de Alemania heredó la Corona (1516), acumuló territorios que abarcaban media Europa y América. Su ideal fue mantener la unidad cristiana de Occidente, amenazada por el protestantismo y el expansionismo otomano.
Su reinado fue un equilibrio imposible entre el universalismo imperial y la realidad plural de sus dominios.
Las Comunidades de Castilla (1520–1521), lideradas por Toledo y Valladolid, simbolizaron la tensión entre el absolutismo y la tradición pactista. Su derrota consolidó la autoridad real, pero también marcó el fin del protagonismo político de las ciudades castellanas.
Carlos combatió en tres frentes:
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Francia (por el control de Italia, victoria de Pavía, 1525).
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Turquía (en el Mediterráneo y Viena).
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Los príncipes protestantes (cuyo desafío culminó en la Paz de Augsburgo, 1555), que consagró la división religiosa de Europa.
Mientras tanto, en América, se conquistaron los grandes imperios azteca (1521) e inca (1533), integrando vastos territorios y recursos al dominio español. La plata de Potosí y Zacatecas convirtió a Castilla en la arteria financiera de Europa… pero también en su acreedor más endeudado.
2. Felipe II (La Monarquía del Mundo)
Con Felipe II (1556–1598), el imperio alcanzó su máxima extensión. A diferencia de su padre, fue un monarca sedentario y minucioso: estableció la capital en Madrid y gobernó desde su escritorio.
Su reinado consolidó el modelo de monarquía burocrática y confesional, donde el catolicismo era el eje legitimador.
Felipe II venció a los turcos en Lepanto (1571), anexionó Portugal (1580) y sus colonias, y supervisó el auge del comercio transoceánico. Sin embargo, también sufrió la rebelión de los Países Bajos, la quiebra de la Hacienda Real y el desastre de la Armada contra Inglaterra (1588).
La paradoja fue evidente: la monarquía más poderosa de su tiempo era, a la vez, la más endeudada. La plata americana financiaba guerras, no desarrollo. España había conquistado el mundo, pero hipotecado su futuro.
III. El Siglo XVII (Decadencia, Crisis y Esplendor Cultural)
1. Los Austrias Menores y el gobierno de los validos
Con Felipe III, Felipe IV y Carlos II, el poder real se debilitó y surgieron los validos, ministros todopoderosos que concentraban las decisiones.
El duque de Lerma inauguró una política de paz exterior, pero su decisión de expulsar a los moriscos (1609) provocó el colapso económico de Valencia y Aragón.
El Conde-Duque de Olivares, bajo Felipe IV, trató de modernizar el Estado con la Unión de Armas (1626), un intento de distribución equitativa de los gastos militares. El proyecto fracasó y desencadenó la crisis de 1640 (rebeliones en Cataluña y la independencia de Portugal).
Las derrotas en Rocroi (1643) y la Paz de Westfalia (1648) marcaron el fin de la hegemonía española y el ascenso de Francia como nueva potencia.
2. Crisis económica y social
El siglo XVII fue testigo de un profundo agotamiento estructural. La economía castellana se hundió por la inflación, las malas cosechas y la presión fiscal. El campo se despobló, las manufacturas colapsaron y la nobleza vivía de rentas improductivas.
Los metales preciosos de América ya no bastaban. Se importaban productos básicos del norte de Europa, mientras los puertos españoles decaían. La sociedad se polarizó entre una nobleza ociosa y una masa empobrecida.
3. El Siglo de Oro (La cultura como refugio)
En medio del derrumbe político, floreció el Siglo de Oro español. Nunca antes una crisis nacional había generado una cultura tan poderosa.
Cervantes, Lope, Quevedo y Calderón dieron voz al desengaño colectivo; Velázquez y Zurbarán retrataron la dignidad humana en un mundo que se desmoronaba.
El arte barroco español no fue un adorno de la decadencia, sino su espejo: un intento de hallar sentido en la contradicción entre fe, poder y ruina.
Conclusión (Un legado universal)
Entre 1474 y 1700, España vivió su epopeya más intensa: de la unificación al imperio, del esplendor al ocaso. Pero su legado no se limita a la política o la guerra. España fue la primera potencia global, artífice de la expansión del cristianismo, del mestizaje cultural y del intercambio planetario que definió la modernidad.
El Imperio español no sólo conquistó territorios: conectó mundos. Su caída no borró su huella. Las lenguas, las ciudades, las rutas y los ideales que dejó atrás siguen siendo testimonio de aquel tiempo en que un pequeño conjunto de reinos ibéricos soñó (y por un instante logró) gobernar el mundo.
Bibliografía selecta
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Elliott, J.H. La España Imperial, 1469–1716. Crítica, 2003.
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Kamen, Henry. Imperio. La forja de España como potencia mundial. Aguilar, 2004.
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Lynch, John. Los Austrias (1516–1700). Crítica, 2003.
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Domínguez Ortiz, Antonio. El Antiguo Régimen: Los Reyes Católicos y los Austrias. Alianza, 2001.
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Parker, Geoffrey. Felipe II. La biografía definitiva. Planeta, 2010.
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Casey, James. La familia en la España moderna. Cátedra, 2013.
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